La luna iluminaba su rostro, el cabello ligeramente inclinado dibujaba un perfil creciente. Los ojos entornados se antojaban melancólicos, lejanos, abstraídos, entregados. La boca entreabierta exhalaba el hálito del deseo a unas serenas aguas que reflejaban su reflejo.
No sé cuanto tiempo permanecí admirando aquel cuadro pero lo que jamás olvidaré sería su nombre: "El amante".
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